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~ eee 14 3 bia de suceder en un reino, en cuyo seno todos son’ va manos del rey, todos principes, y todos herederos de su misma gloria soberana? Tenia que suceder lo que el mismo rey habia dicho: He venido, dijo, d poner fuego en la tierra, y zqué quiero sino que arda? (1) cuando yo [uere alzado de la tierra, lo atraeré todo d mi mismo. (2) - Y asf es, mis amados oyentes; asf es, o rey inmortal de los siglos: «todo lo trajiste 4 tf; y cuando extendias »tus manos al pueblo incrédulo que te contradecia, el »mundo entero sintié la gloria de tu majestad, que habia »de confesar toda la tierra. Lo trajiste todo 4 1f, cuando »rasgado el velo del templo, las cosas santisimas se reti- sraron de sacerdotes indignos, para que la figura pasase _» ser realidad, la profecia 4 su manifestacion y la Ley “sal Evangelio. Lo trajiste todo 4 tf; para que, una vez »eumplido y manifestado el misterio de tu piedad, la de- »vocion de todas las gentes celebrase en todo el orbe lo »que se ocultaba entre sombras en el templo de la Judea, »Ahora, o Sefior, es més noble el érden de los levitas, »mis excelente la dignidad de los presb{teros, y més sa- »grada la uncion de los sacerdotes; porque tu- cruz es »la fuente de todas las bendiciones, la causa de todas las »gracias;y por ella resulta 4-los creyentes virtud de »la enfermedad, gloria del oprobio, vida de la muerte» (3). - Cumpliése pues la palabra de Cristo; aglomerdéronse los combustibles, y prendié el fuego bajado del cielo, ardiendo en él los corazones de los hombres. Y he aht la gran potencia motriz del reino de Cristo en la_ tierra; _ he ahi el principio, el medio y el fin de todas las gran- dezas de la Iglesia de Cristo; he ahi lo que distingue esencialmente al catélico del que no lo es. «La avaricia de las cosas terrenas, dice San Agustin, es lo que da a »los gentiles fortaleza en sus empresas; la earidad de »Dios, difundida por el Espfritu Santo en los corazones, (1) Lue. cap. 42. y. 49. (2) Jo. cap. 12. vu 82. (3) 4. Leo. Serm. 8. de Pan. Dom.