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ee no sdlo le obedecen, sino que’se le entregan en un todo y le dan su corazon, su alma, sus sentimientos y cuanto tienen. ;O reino feliz, en el cual los stbditos son prin- cipes, porque el amor que les tiene su rey los hace he- rederos de Dios, y coherederos de su mismo soberano! (1). Pues bien: este es el reino de Cristo en este mundo, reino verdadero y real, aunque espiritual. Este es el reino que el Angel aseguré 4 la ‘Virgen que el Sefior daria4 su Hijo, cuya duracion seria la de la eternidad, pues de la tierra se ‘trasladaré al cielo (2);.es el reino fundado en _justicia y santidad, del cual dijo Jesucristo 4 Pedro, que jamas prevalecer4 el poder del infierno eontra la piedra angular visible, sobre la cual esta cimentado (3); es el mismo de que hablé Jesucristo con Pilatos, diciéndole que no traia su ‘orfgen, como los otros reinos, de este mundo, ni era como los. déemis, pues habia hajado del cielo {4). Y diremos de paso, que es was grosero- el. error de aquellos que, no entendiendo en suv “sentido las — palabras. dltimas de Cristo qué— ashlee ide: citar, pre- tenden que el reino de Cristo no existe en la tierra, ni ha de salir su imperio del santuario invisible de la con- ciencia. No- és esto asf; el reino de Jesueristo en la tierra es visible y palpable, como que se ejerce sobre los hom= bres que constan de cuerpo animade, visible y palpable: y es visible y palpable, por cuanto Jesueristo es el sumo imperante, y el monarca ‘nico de este reino, no precisa- mente como Dios, sino como Dios’ y hombre: pues asi lo saludé el Profeta Zacarias, anunciando 4 la hija-de Sion, que se REY Salvador y justo iba d. venir (5), y corto Dios y hombre ha dejado en la tierra un ser visibley palpable que haga sus veces, y sea su virey en el reino de la Iglesia Catélica, y ha puesto ademas otros subal- ternos de este Vicario de Cristo para que, como her- 1) Rom. cap. 8. v. 47. 2) Luc. cap. 4. y. 33. bn Mat. cap. 46. v, 18. 4) Joan. cap. 18. vy. 36. (5) Zach. cap. 9. v. 9.