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pee 1] sea cuerpo, cuando le rinde sin cesar el homenaje interior de su alma, el tributo del amor que vive en su corazon? La que siente el hijo, que se da todo entero al padre que le ha dado el sér: la que siente el esposo amante que tiene por espejo de su alma el corazon de una esposa tierna y fiel, en todos los cuales se cumple aquella sen- tencia de gran significacion que dice: obedecer es amar. — Pero ;Es posible este reino? ;Ha existido alguna vez? Preciso es confesar que por efecto de la-malicia humana un reinado semejante apénas parece posible; porque, ni todos los reyes poseen un corazon de padre hacia sus pueblos, ni tampoco faltan en estos, hombres discolos, grandes envidiosos y altivos, que no sufren que haya quien los aventaje en poder y riquezas, ni mucho ménos faltan hombres criminales, que miran en el soberano al venga- dor de sus desafueros, al ministro de Dios, que no en vano lleva en la mano la espada (1). Reinados de esta especie tendrian lugar, si los grandes del mundo y los principes de la tierra lo fuesen como manda. Jesucristo, reputdndose siervos de los demas, y conduciéndose el mayor, como si fuera el menor (2); y si los stbditos anduviesen, segun ensefia el Apéstol, (3) como conviene d la vocacion con que han sido llamados, con toda humildad y man- sedumbre, con paciencia, sobrellevdndose los unos. d los otros en caridad. Sin embargo, yo os diré que esto que parece impo- sible 4 los hombres, no lo es para Dios, Este reino, en el cual el monarea es un padre, y los stibditos unos hijos, existe en la tierra, existe en la Iglesia Catdlica, que es el reino de Jesucristo: aqui todo es amor y todo se hace por amor. Manda el rey, pero es tanta su mansedumbre, tanta su humildad, tanto el afecto que muestra 4 sus sGbditos, que estos gozan de una felicidad indescriptible en obedecer 4 su rey, en cumplir con sus mandatos; y (4) Rom. eap. 13. v. 4. (2) Luc. cap. 22. v. 20. (3) Efes. cap. 4. v. 2.

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