BCCPAM000760-5-03p11-19d00000

la más intensa negación de lo que no da sentido a su vida: la soberbia. La pobreza y la minor ida d vuelven a dar la alegría más profunda del ser hermano. Todo ello no se funda sino en la realidad expuesta por Fran– cisco: "porque cuanto es el hombre ante Dios, tanto es y no más" (Adm 19 ). La verdadera alegría del hombre evangélico, del hermano menor, es algo que va más allá de un simple estado psi– cológico: es la situación que proviene del saberse sal– vado en manos de Jesús, del haber captado que toda la vida, incluso en sus detalles, está bajo el cuidado so– lícito del amor del Padre. Cosa para cr.eyentes. 2. María, la Virgen Iglesia: SalVM. Este escrito, al igual que el siguiente, son de una época no fácilmente discernible. Por algún indicio parece que se trata de los tiempos en que las fraterni– dades tenían ya uaa cierta estructura (como haremos no– tar en SalVir a propósito del tema de la obediencia). Bellísima oración a la Virgen que daría para un ' amplí– simo estudio valorativo de la mariología de Francisco. Habría que ponerlo en relación con la Loa a santa Ma– ría indicada en el OfP, y con el saludo a las virtudes. Destaquemos los rasgos de esta mariología: a/ Una mariología tri nitaria: el ser Maria nos tras– ciende; Maria es obra del santísimo Padre del c iel o; b/ Mar ia, receptáculo de Dios; María es, en su sínte sis más evidente, la Madre de Dios, la que contiene a Dios; c/ María-Iglesia, clarísimo para le lismo; María es la hab itada por todas las virtudes: la Iglesia, concreti– zada en el alma fiel, es la habitada por la s virtudes que infunde el Espíritu Santo. No podemos muy bien saber qué es lo que Francisco querí decir tanto de Mar ía como de la Iglesia cuando aplicaba

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz