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da su situación de pecado (los cátaros decían que no podía consagrar un sacerdote indigno), Francisco acep– taba y veneraba a estos sacerdotes, convencido de que solamente una actitud de paz y de comprensión podría hacer lo que no logr aba n las disputas. Ni mon je ni sacerdote, ni, por supuesto, hereje fuera de la Iglesia, Francisco solamente quiso ser un l aico fi e l a la Iglesia por el camino de la penitencia. •Nonos percataremos bien de lo que supus ier on estos dos años en que estuvo reconstruyendo san Damián si no nos damo s cuenta de que la búsquedade la vid a evangélica le supuso a Francisco un cambio de opción social. Se salió de su clase burguesa y se puso del lado de los que no tenían nada, del subprol etariado, diríamos hoy . Esta opción de clase, vitalmente hablan– do, le acarreó muchas i ncomp r ensiones de parte de sus conciudadanos, de sus antiguas amistades, y hasta de su padre y hermano . Basta recordar aque l pasaje en que su padre le seguía por las calles de Asís echándo le maldiciones a l verlo mendigar y vestido con un vestido de eremita. Lee TC 23 y aprecia la fi l ial amargura que hay en Francisco al tener que sufrir la s maldiciones de s u padre y cómo "alquila" un mendigo que l e bendiga a cuenta de repartir con él sus limosnas, o el gesto irónico de su hermano que quiere comprar su sudor una vez que estaba muerto de frío. Tremendo núme r o este de TC 23 que indica un poco la penalidad sufrida est os dos años en san Oamián. 2. El despertar evangé l ico De este período de prueba le sacó, como de un sue ño, la lectura del evange lio de misión escuchado en 1208. La escuc ha del evangelio trajo consigo unos cuan tos cambios a los que hay que prestar importancia: - • Primeramente deja su vest i do de eremita y se vis – te uno más pobr e, exclusivamente de penitente (impor– tancia de la cuerda , los penitentes llevaban una cuer da al cuello o a la cintura ) .

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