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gran agarredero espiritual para encajar la dificultad que la nueva situación de la Orden le iba deparando. Como decimos, el OfP es en sí mi smo una meditació n so– bre la pasión y resurrección de Jesús original en su forma y en su contenido. Usando un lenguaje sálmico (Francisco conoce los salmos muy bien) y siguiendo la simbólica tradicional de las horas del Oficio Divino (simbólica relativa a la pasión-resurrección ) , constru– ye Francisco una meditación teológica muy parecida a una profesión de fe: él cree que la muerte de Jesús ha obra– do una reordenación de todas las cosas hacia el Padre; que por mucho que parezca que la limitació n humana es grande, el hombre lleva dentro de sí mismo el germen que lo hace esperar una vida nueva, una vida de salvados. Observamos en el OfP como una progresión: en Comp letas, la hora del prendimiento, todo es oscuridad, aunque tam– bién confianza mantenida en el Padre. En Maitines sigue la oscuridad en la tremenda noche en que Jesús fue inte– rrogado, última noche de la vida de Jesús, salvadora como la primera (por eso se hace alusión a la Navidad ) . En Prima brilla, como en el amanecer, una lejana pero cierta esperanza de que el Padre dará el triunfo a Je– sús. Tercia y Sexta son las dos trágicas horas de la condena de Jesús, pero el Padre sigue detrás del sufri– miento salvador del Señor. Es en la segunda mitad del salmo de Nona y en Vísperas donde se canta la restaura– ción de todo en el triunfo cósmico de Jesús. Todo un re– corrido de la esperanza en la salvación que Jesús ha dado al hombre con su muerte y resurrección. Podemos suponer la ayuda de fe que este escrito pudo te– ner para Francisco en las horas en que no era fácil ver por dónde había que ir o, peor todavía, en los momentos en que, según los criterios de Fr ancisco, la comunidad no iba por el camino más evangél~co. De la contempla– ción de Jesús en la cruz le vino la fuerza para seguir adelante en la fidelidad de quien ha comprendido y aco– gido la Palabra de Jesús, promesa de vida.