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un Juglar de Dios, el Joven mercader que se encont r 6 de lleno con Jesús, el hombre popular de una espirituali– dad como la del pueb l o (lee por ejemplo LM 6,9, un epi– sodio de esta época). Difíci l le fue el saber conjugar Evange 1 i o y comunidad. • Para los hermanos también l es fue difícil el encontrar un modo de vida evangé l ico en la estructura que iba na– ciendo. Había que poner superiores, dividir la Orden en provincias, hacer capítulos oficiales, estructurar la vida de las casas, no andar por el mundo tan a salto de mata. lC6mo mantener una estructura así en la línea del santo Eyangel io pura y simplemente vivido? No les fue fácil. Estuvieron presentes las tensiones y aún las di– visiones. Contaron con hombres c l arividentes como Juan de Parma o san Buenaventura. Pero lograron mantener vi– vo el núcleo de la cuestión aprendido a Francisco: lo más importante de todo era el ideal evangélico. Por él bus – caron, ·sufrieron, lucharon y hasta se hicieron dafio mu– tuamente. • Para la Iglesia esta evolución tuvo también su impor– tancia. Los hermanos menores ya no eran un grupo incla– sificable y con un gran interrogante sobre su futuro . Era algo distinto de las otras Ordenes existentes, algo na– cido con un espíritu y arranque nuevos. Por eso mismo era un a fue r za reno-y adora , un a es pe r a nza e van g é 1 i ca par a to - da la l'glesia. Así lo vio siemp_re la Iglesia oficial de la que podemos decir que siempre aprec i ó y va-1-oró el rooyi_'miento franciscano. 3. Cara y cruz de una realidad. La si. tcrá ci.ón descrita puede ser vista desde dos ángulos. distintos, una rea-l i.dad con su cara y su cruz. Por un lado, qué duda cabe que la consolidación de la Orden de los hermanos menores trajo para ella una posi– b. i 1 i·d a d d e pe rv i -y i: r e n e 1 f u t u ro , e 1 po d e r amp 1 i a r 1a oferta del mensaje fr~nc~scano a otros muchos ho~bres ansiosos de vi' da eyangélica, la garantfa de la solidez cristiana al insertarse en la gran corriente de la his– toria salvadora de la Iglesia de Jesús, Pero, eso sí, la cruz de esta realidad es que restó bri 1 l o y esponta– neidad a la primera opción franciscana, que ~mbarulló

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