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e DER das, ha de ser, alma mía, el único de tus cuidados, meditando en ello de día y de noche, como otro David, advirtiendo quesi faltas en algo á esta deuda, todo lo demás que practicares de virtud en obras de supererogación, no le es acepto á Dios en manera alguna, porque primero es la obli- gación contraida, que la devoción voluntaria; y no puede llamarse devoción cuando se falta á la obligación: y así en esta inteligencia has de cami” nar siempre, llevando esta máxima por delante; por tanto, tu primer cuidado ha de ser seguir en todo á la Comunidad con la mayor tenacidad y exactitud, no faltando en cuanto es de tu parte á acto algun» de Comunidad, pues en ella, y no fue- ra, asiste Dios: debes con esto huir toda particu- laridad y exterioridad, porque el espiritu de sin- gularidad indiscreta más destruye que edifica al prójimo. Esto no quita que retirado siempre, y recogido en lo interior de tu alma trates allí con Dios á tus solas, para merecer oir su dulcísima voz, y saber su santísima voluntad, para- ejecutarla con pun- tualidad; y pues esta es tu santificación: Haec est voluntas Dei sanctificatio vestra: procura cum- plirla en uu todo, procurando subir á la cumbre de la perfección por el ejercicio de todas las vir- tudes, esmerándote más y más cada día en su práctica, para llegar, mediante Dios, á lo sumo de cada una, si posible fuera. Para esto debes tener siempre presentes los consejos Evangélicos, leyéndolos y meditándolos

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