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da siempre en ocultar al santo para que sólo apareciera en él el hombre, hace su retrato psicológico de mano maestra en este Poema. Todo aquel que conozca su vida, echará de ver, que cuanto aconseja a la monja car- melita lo practicó al pié de la letra dentro y fuera del claustro. Y aunque dirigido a una religiosa, su doctrina puede aprovechar a todos sin distinción, especialmente a las al- mas que tratan de perfección y aprovecha- miento espiritual, Sabido es que en el ánimo del Bto. Diego, como dijo el Sr. Menéndez y Pelayo, influyó bien poco la galanura del lenguaje, como hombre que no se predicaba a sí mismo. Su palabra de fuego y el celo santo que le de- voraba hacían mucho más efecto en el audi- torio que todos los adornos retóricos. No quiere decir esto que descuidara las buenas formas y que predicase sin ningún aliño, pues su fama de orador elocuentísimo y po- pular cual no lo vió janás, ni el Agora de Atenas, ni el Foro Romano, ni el Parlamento inglés, no se adquiere sin tener las dotes singulares de que el Bto. estuvo adornado. Aun las musas no le fueron esquivas. Sus mejores composiciones poéticas él mismo las inutilizó. Nos quedan algunas escritas todas ellas en su edad madura. En el Poema que reimprimimos se ve que si el estro del Bto. Diego no raya a la al- del Fray Luis de León (lo cual no es nada extraño) no les va en zaga a muchos otros cuyas producciones andan por esos mundos de Dios honradas con premios, ganados en públicos certámenes,
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