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remotos confines, aun alli me guia su mano y me protege su diestra Omnipotente. Dije entre mi mismo: «Huiré de »la luz, y meabismaré en el tenebroso caos,» y no bien lo he pensado, cuando el oscuro seno se ha vuelto fulguran- te resplandor, pues la noche misma me desvela en mis placeres.» (Salmo exxxvur, yersiculos 7, 8.) Si; Dios lo. ocupa todo con su inmensidad, y comosi en el mundo todo no hubiese otro objeto que el hombre digno de sus cuida- dos, toda su providencia parece estar circunscrita 4 El.. _ «Bien pudiera suceder, dice este Dios por Isaias , que la madre se olvide del hijo de sus entraiias ; pero yo no me olvidaré de ti, joh hombre!: cuando atravieses rios cauda- losos , agitados por indomable vendaval, yo estaré 4 tu © lado, y franquearas las olas enfurecidassin temor. «( Ipaiaa, cap. XLi, 1.) Ved, sefiores, dos lenguajesiJmmpasioncs : el de la ra- zon y el de la fé. Cuando estos dos genios bienhechores ejercen sobre nuéstro corazon una influencia directa, jay! jqué ideas tan completas tenemos de la Providencia divi- na! jQué sentimientos tan nobles y generosos abrigamos en nuestro pecho! Enténces nuestro entendimiento altivo se pliega bajo la palabra de Dios, como la débil cafia se dobla 4 los impulsos del viento del desierto ; la razon lo adora y el corazon lo ama, y de estos dos principios no © pueden ménos de brotar, como de manantial fecundo, los gérmenes del amor y del agradecimiento. Un corazon apasionado hacia Dios, que mira como 4 un padre, un amigo, un bienhechor, no podra ménos de decirle siem- pre con David: 7% joh Dios! me cogiste por la mano y me dirigiste segun tu voluntad, y me elevaste con gloria y ho- nor, jAh! Qué tengo yo en el cielo, ni qué hay en la tier- ra que pueda ser objeto de mi amor, fuera de ti? Mi alma y mi cuerpo desfallecen al pensar en tus favores, joh Dios. de mi corazon! mi patrimonio y herencia. No se crea, sefores, que al hacer esta corta reseiia i i Randi eo Sats 5 rie Le oe RES ETE eee

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