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no por Jas infliencias del acaso pudieran formarse esos irradiosos orbes que, como diamantes: de fuego, brillan en el alto firmamento, y cuyos ordenados movimientos, despues de seis mil afios, no han discrepado ni en una sola linea, siguiendo la marcha que Dios les sefialé a tra- vés de los fluidos espacios. En vista de esto, no sin razon ~ el sabio y reflexivo David dijo estas palabras llenas de sabiduria celestial: Los cielos enarran las wire de Dios, y el firmamento anuncia sus obras. No para aqui la sondeadora inteligencia del ‘hombre: despues de observar la hermosura de los cielos, la armo- nia de los elementos, la fecundidad de la tierra, los ins- tintos de los animales y el admirable conjunto de los séres . visibles de la creacion, refleja sobre si mismo sus mira- das, y advierte que él es un mundo aparte, donde con la - mayor exactitud estén delineadas todas las obras de Dios; la fecundidad dela materia animada, las sublimes ideas del espiritu que se aunan en un mismo compuesto, le - hacen ver que él es el rey de la creacion, el llamado por la Providencia 4 ser superior por su razon @ todo sér sen- sitivo, 6 igualarse por su espiritualidad 4 los mismos an- geles. Pero al mismo tiempo, alla en lo mas abstruso y — recOndito de su corazon, oye los latidos de una voz nunca acallada, ni por el furor de las pasiones, ni por el torrente bramador de los vicios. {Qué ecos tan terrorificos tiene esta voz cuando obramos mal! ; Qué acentos tan suaves y satisfactorios resuenan en este santuario al obrar bien! Tememos en nuestras iniquidades; nos regocijamos en nuestra buena conducta; es decir, que vemos en lonta- nanza el premio y el castigd, y reyes como somos de la creacion, confesamos que existe un Rey divino, Sefior del mundo, arbitro de la naturaleza, 4 quien debemos nues—_ tra existencia y nuestro bienestar, pues tememos sus Zt juicios y nos consolamos en su amor. El dogma conse- 4 cuente 4 este raciocinio es la gratitud. ; . oF -~

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