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546 lento y majestuoso van acercdndose los mastiles, en cuya - punta flamea Ja blanca bandera; las brisas las agitan y llevan 4 los oidos de los barbaros un suave susurro. Paz, paz, es el eco que resuena en todas partes; deponen todos las armas, bajan de las murallas, se acercan 4 las embar- caciones, y jotra sorpresa! ven en ellas hombres vestidos de blanco, anunciando en su traje, en su aspecto, en sus palabras, paz, paz. No se concluye aqui esta escena; sal- tan 4 tierra los hijos de Maria, y... «La paz, dicen, la paz sea con yosotros; no temais, no venimos 4 disputaros _ vuestros dominios, ni 4 medir con vosotros las fuerzas de nuestros ejércitos; hay aqui algunos de nuestros herma- nos que viven en la cautividad, y deseamos salvarlos de las angustias-en que lloran sin cesar. gQuereis dinero. por su rescate? Ahi lo teneis. gQuereis sustituir sus per- sonas por las nuestras, en caso de no alcanzar nuestros fondos al rescate? Aqui nos teneis. Y no bien lo han dicho, uno por uno han sido rescatados los cautivos, y no ha- — biendo ya con qué darles libertad, se han ofrecido aque- llas manos delicadas al hierro y 4 las esposas. ~ ¥ aqué diria un pueblo sensual en vista de este herois- mo? {Qué reflexiones no haria sobre la Religion que ins- ‘pira estos sentimientos tan generosos? ;Ah! A pesar suyo debian confesar que Ella era la Hija del cielo; enténces la caridad confundia el egoismo, el amor fraternal la dureza de corazon ; enténces comprendia aquel pueblo que al fin el cristiano, si no podia vencerlo con las armas, lo vence- ria con la caridad. Hé aqui los faustos- resultados del nuevo apostolado que Maria inspira 4 los hijos de la Merced. La caridad en accion era el lenguaje practico, cuya elocuencia conven- ceria al pueblo fiel y al infiel, al barbaro y al civilizado, al que atacaba la Religion y al que la destruia, al que su- mia la sociedad en la anarquia y al que la conservaba el érden. Hace ya seis siglos que tuvieron lugar los prime- ie 2 -