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541 naciones de los agarenos. Hé aqui las cruzadas ; hé el espiritu de aquel siglo. Si preguntase yo si habia algo de bueno en las guer- ras que el turco promovi6 contra la Cruz, seria un sacri-_ lego. ; Ah! Mirando estas guerras bajo un punto de vista puramente social, no pueden ser miradas sino con horror; el hundimiento de la civilizacion en el Asia fué la conse- . cuencia del levantamiento de la Egira; desde enténces se senté en el antiguo trono de Constantino el mas arbi- trario despotismo; el pueblo perdié todos los derechos que el Cristianismo le legara, y que conservé miéntras duraron en aquellas regiones las creencias verdaderas ; y este mismo pueblo, fanatizado con las visiones de un hom~ bre plebeyo, es el que ha conquistado el Asia, dominado el Africa, el que amenaza 4 Europa, el que insulta 4 la Cruz, jurando su exterminio. Derrotado en mil encuentros, se vid por fin precisado 4 replegarse 4 su propio suelo, en que tuvo que medir sus fuerzas con las de los denoda- dos cruzados. En el seno de aquel pueblo sanguinario no hay accion que no sea un crimen; despechado de no vencer al cristiano, ni en el campo ni en la mar, quiere apoderarse de él con astucia y mafia infernales. Y pqué compasion! ;Qué ctadro tan triste! Los mares se ven cubiertos de esquifes y de botes que la morisma envia 4 ‘costas cristianas, con el tinico fin de arrancar al cristiano de su suelo. Aqui una virgen se halla solazandose hones- tamente én la ribera del mar, y repentinamente es arre- “batada por aquellos lobos marinos; alli el humilde zagal; en otra parte el venerable anciano, el sacerdote fervoroso, la madre carifiosa, ven caer stibitamente sobre si 4 la infanda chusma, que ha llegado 4 la costa en leiios invi- sibles, y en un instante su boca ha sido cerrada eon mor. daza, sus piés y manos han sido encadenados, y, cual saco de mercancias, han sido arrojados en la bodega de un buque, para ser trasladados al mercado de Argel. Esto ¥