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537 tendencias y su fin, es preciso leer toda la historia de las grandezas humanas, pues ni una sola hay que no sea la hija legitima de este lenguaje practico de la caridad. _ La ciencia humana con todos sus recursos y medios no pudiera aleanzar lo que han conseguido los hombres que han adoptado aquella persuasion divina de la caridad. Un solo hecho nos lo demuestra. Mirad a ese hombre desconocido que entra en la gran ciudad de Augusto; no dard un pasosin encontrar objetos los mas 4 propésito para cautivar al recien llegado; aqui templos de alabastro en que el relieve descubre lo subli- me del ingenio del hombre; alli estatuas de marmol; alli palacios soberbios; en una parte encuentra senadores que arrastran carrozas de oro; en otra nobles damas romanas que deslumbran con diamantes y perlas. gSabeis quién es el nuevo morador de Roma? Pedro, el pescador de Galilea. ; Ay, y cémo encuentra 4 esta eminente ciudad! Ni los Emperadores con sus fuertes legiones han podido establecer el érden social; ni los Senados fueron capaces de desterrar la arbitrariedad; ni los jurisconsultos y filé- sofos han sabido establecer los derechos del hombre; en medio de la majestad, esta la vileza; al Jado de las mas sabias leyes, la mas horrible barbarie; para el pueblo que se contenta con un negro pedazo de pan y el juego de los gladiadores , no hay lenguaje de conviccion, ni filosofia que ilustre, ni cetro que lo sujete. Pero esperad un mo- mento; el discipulo dela caridad no viene 4 Ja ciudad, reina del mundo, ni a recibir favores de sus Emperado- res y grandes, ni 4 doblar su cerviz los fildsofos altane- ros , ni 4 dar incienso adulador 4 las allas matronas, ni a contemporizar con un pueblo vicioso y libertino, al paso que envilecido. Viene 4 anunciar la gloria de Dios ultra- jada , los derechos del hombre perdidos, la barbarie de unos contraria 4 la caridad, el envilecimiento de otros opuesto 4 la nobleza natural del hombre; viene 4 anun- 4 '
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