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Bos su ultimo grado? gQué sorpresa no causara al considerar que el mismo hombre que ha Ilegado a penctrar en los céncavos senos de la barbarie, despues de haber libertado a muchos con sus sudores, no teniendo nada que ofrecer a un tirano por la libertad de su hermano, toma las ca- denas con que éste est4 aprisionado, y queda él cargado — con ellas, entrando en su condicion, sopertando sus con- secuencias y heredando su patrimonio, que ,consiste en habitar una carcel, en comer negro y escaso pan, y beber el agua de las lagrimas, sin mas condimento que el azo- te, la disciplina y los insultos? Hé aqui, sefiores, lo que hay de sensible y palpable en la empresa de la redencion de cautivos; por rudo y barbaro que sea un hombre, necesariamente se ha de parar, si casualmente pasa por el escenario del canje en que dos hombres se hacen miitua donacion, de libertad uno, de cadenas otro; de ventura y de gozo por parte del que redime, de desgracias y de lagrimas por la del redi- mido; porque en la sociedad humana son estas acciones - como esos fendmenos celestiales que, apareciendo rara vez, llaman necesariamente la atencion universal, y tanto los veel sdbio astrénomo que comprende su origen, como el incivilizado zagal que tan sélo mira en ellos una materia luminosa, presagio de males inminentes, segun las creen- cias del vulgo sin ilustracion. Mas debajo de esas apariencias, 4no hay algo de gran- de y de sublime que excite la curiosidad humana y lame la atencion del hombre mas distraido? Esas cadenas qui- tadas de unas manos encallecidas en la labor, para rodear con ellas unos brazos que no han sabido manejar mas que la pluma 6 el baculo pastoral, gno tienen un lenguaje mudo, pero expresivo? ; Qué ! Cuando el venerable Ponti- fice San Leon sale de Roma al encuentro de un Rey temi- ble por sus victorias y por.su barbarie, presentandole su frente encanecida, su rostro arrugado, su cuerpo encor-'

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