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uno van saliendo los infelices que gemian entre los hier- ros del barbaro, comprando su vida y libertad con las li- mosnas que trajera el religioso; se agoté el oro que hacia pasar al cristiano del campo de Mahoma al de Jesus; los cautivos, ya libres, echan sus brazos al compasivo re~’ dentor; mil ésculos y lagrimas de reconocimiento caen sobre aquellos piés que tanto se fatigaran por salvarlos; todos piensan en volver 4 su patria en union de su bien- hechor; mas en vano: falta un cristiano que rescatar; vedlo: ya sale cargado de esposas, escualido y macilento con los rigores; pero ;quién es ese infeliz? ; Ah! Es uno de esos impios que han abundado en todas las épocas; de esos que reputan el monacato por institucion perjudi- cial 4 la sociedad ; pocos aiios antes se encarnizara contra uno de aquellos religiosos que recorrian los pueblos pi- diendo limosna para redimir al cautivo; se la negé, no pensando que podia él caer en manos del agareno; ul~ traj6 al religioso con palabras, lo llené de sarcasmos, lo despidié con ignominia, y al poco fuera él mismo condu- , cido esclavo 4 las mazmorras de Argel. ;Qué encuentro, be amados mios! El religioso despreciado es el mismo que se halla al frente de este cautivo; se miran, se reconocen, las escenas pasadas se dejan descubrir en el rostro del _ ofensor y en el del ofendido; aquél no se atreve 4 dar un | paso adelante; la vergiienza ha paralizado sus piés; mas | iqué heroismo religioso! el hijo de la merced se apresura | 4 dar expansion al corazon oprimido; se acerca... «Dame, hermano mio, le dice, esas cadenas que te martirizan; caigan sobre mi corazon todos tus pesares; vuelve alegre al lado de tu esposa que te desea ; ve 4 consolar a tus hijos desgraciados;» y al decir estas palabras, mas eficaces que el balsamo para curar la herida, él mismo carga sobre sus hombros los hierros desu enemigo; éste queda libre; el religioso se hace esclavo por su amor. ,Puede darse ejemplo de esta accion sobremanera heréica? Si; su ori-