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gloria de Dios y el bien de sus hermanos, gquién duda que, salvo el principio de ohyar bien, exclusivamente pro— pio de la Divinidad, salva la dependencia que tiene la criatura de su Hacedor, existe en las obras morales una semejanza entre Dios y el hombre? gQuién no se pasmaal ver que el debilisimo sér humano se reviste en este caso de tanta fuerza y poder, que es nada para él arrancar en sus cimientos un monte y arrojarle 4lo profundo del mar, como dice Jesucristo? Es asi, amados mios; son enténces nuestras obras ' grandes, maravillosas y divinas; nada es para un Moisés mandar @los furiosos elementos y encadenarlos a su im- perio; nada es para un Josué detener al sol en su veloz carrera; nada es para un Elias mandar al cielo para que llueva fuego; nada es, por fin, imitara Dios en sus obras; porque quien no piensa ni obra sino para gloria de Dios y bien de sus hermanos, todo lo puede en Dios, como afirma San Pablo. Comprendida por vosotros esta verdad, os aparecera radiante 4 todas luces la obra del rescate de los cautivos inspirada por la Reina del cielo; una imitacion mas ade- cuada de las obras divinas, apénas podra darse en las cria- turas; porque el mandar 4 los elementos, el resucitar muertos, el hacer milagros , son acciones que se ven en los Santos , revestidos al efecto por la fuerza divina; mas de tal modo son obras de Dios, que pueden ser realizadas por hombres de ningun mérito, como ensefian los tedlo- gos; mas el cooperar directamente 4 la salvacion delas © almas, el sacrificar por esta empresa sus bienes y su -existencia, son ya obras de superior esfera, y en las que no puede entrar el hombre como parte activa, sin estar abrasado de una caridad inspirada por el Espiritu Santo, la cual, no sdlo lo hace participe de la naturaleza divina, sino que lo convierte en un espejo donde se representa sin cesar aquel amor infinito que obligara 4 Dios 4 des—

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