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estatuas para los templos que se elevan 4 Maria; todo su salario es un pedazo de pan; su habitacion son los alre- dedores del templo que fabrican, que parece estan cus -todiando, hasta ver colocadas las agudas flechas que sobre ‘torres atreyidas tienen traza de querer subir 4 las nubes. Si vamos examinando una por una esas grandiosas basi- licas que construian los hombres del siglo xiv, apénas hay una que no esté dedicada 4 Maria; aqui hay una ima- gen de la Reina del cielo que fuera esculpida por los an- geles , como la del Pilar de Zaragoza y del Montserrat; alli hay otra que ha descubierto un pastorcillo, admirado de ver que sus ovejas se arrodillaban junto 4 un paraje cubierto de violetas; tan pronto sewencuentra una que tiene tanta edad como el Cristianismo; tam pronto se ve otra que ha estado enterrada muchos afios por las per— secuciones, y que ha aparecido nuevamente 4 un santo monje 6 4 un zagal inocente. Entrad en el sagrado recinto , y ni un solo angulo del _ templo carece de interés; alli el arte se muestra glorioso y ufano; el pincel ha adquirido su nombre inmortal, el marmol se ha revestido de animacion, y 4c6mo? presen tando en ‘una parte la virgen modesta y prudente que recibe la salutacion angélica; en otra 4 la virgen carita- tiva que visita 4 su prima Isabel; aqui el nacimiento de su Nifio; allf la Adoracion de los Reyes; en otra parte con- _templareis los dolores del Calvario, los gozos de su alma al ver el triunfo de su Hijo, la gloria con que iste sube— al cielo, y la de Ella cuando es coronada. No para aqui vuestra admiracion: por todas partes encontrais hombres que, con los ojos fijos en la imagen de Maria, con las ma- nos cruzadas en el pecho y sus mejillas baiadas en la- grimas, ora de gozo, ora de tristeza, bendicen 4 Dios por los beneficios que han recibido de £1 por la mediacion de Maria, 6 le piden el consuelo en las desgracias. Ni aqui se para vuestra atencion; registrais los muros del templo, Ate phe oe Be RS a

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