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descendido 4 las llanuras europeas de los altos montes de la Germania, da su mano pacifica 4 los que habian esca- — pado del exterminio, y de vencedores y vencidos se com- pone un pueblo nuevo, que no tiene en adelante otra en— sefia que el alabar 4 Maria, el bendecirla, el consagrarla nuevamente altares y templos, y el arrojarse en sus bra- zos amorosos, para que, como Madre de Dios, arent las. iras de Est Hé sats ‘sieadon mios, un hecho bien pasmoso; desde que con la destruccion del imperio idélatra se formaron las diferentes naciones que hoy dia cubren el suelo europeo, empez6 la humanidad 4 respirar y 4 ser feliz; apénas: han cesado las persecuciones y desaparecido los peligros, los hombres no parece tienen otra idea que la de bendecir y alabar 4 Marfa. Por espacio de muchos siglos se vieran ocupados muchos centenares de miles de hombres en erigir tem plos y altares 4la Reina de los angeles. Los -Emperad’ores cristianos y los patricios romanos cifraron toda su gloria en redear 4 la Reina del cielo de todas las glorias de la tierra. En sus templos el jaspe sostenia las majestuosas bévedas esmaltadas de oro, el marmol for- maba el pavimento, el pdérfido, los diamantes y perlas bri- aban en las aras. Estoy hablando del tiempo-del hijo de Constantino Cloroy de su madre Santa Elena; quiero que de aquel tiempo en que se edificaba la iglesia de Nazaret y las basilicas de Roma y de Bizancio, y se alzaban por toda la tierra campestres altares 4 Maria para desterrar la idolatria , nos traslademos 4 otros separados de ellos por mil afios. ; Ah! ;qué espectaculo presenta toda la tierra! Desde las margenes del Neva hasta las columnas de Hér- © cules, desde las mas retiradas riberas del Albion hasta las risueiias Hanuras del Helesponto, no encontrareis una sola ciudad en donde no resuene el ruido confuso de miles y miles de martillos, manejados casi todos por piadosos. operarios que se han consagrado 4 labrar piedras, 4 pulir

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