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miento, en sus progresos y en su duracion, lo vieran unas épocas radiante como una estrella que se ve en su naciente; otras lo vieran subir con gloria y acre— centamiento; otras lo contemplan esplendente y lleno. como el sol en su mediodia. Si; el culto que hoy rinden los mortales 4 Maria es tan grande como en los dias de Ja pureza de la fé y de la edad de oro del Cristianismo. Ha llegado hasta nosotros el glorioso nombre de Maria, irradioso como el sol, majestuoso como el nombre de una cosa casi divina; hemos conocido, por la ensefianza tradi- cional de nuestros padres y por la fé de la Iglesia, que Maria es la Madre del Verbo divino, la bienhechora de la humanidad, y al oir tan dulce nombre nos hemos arro- dillado, hemos alzado nuestras manos al cielo, hemos entonado un himno, himno de amor, himno de gratitud, himno de alabanza, y al cantarlo hacemos parte sin sa-. berlo ni pensarlo de un gran concierto que de todos los. angulos de la tierra eleva la misma voz de bendicion y alabanza hicia Maria. Estamos en el siglo xix, en que se ha apurado ya el ultimo medio de destruccion del Cristo, Hijo de Marfa, y sin embargo, dulces cAnti- cos de gloria son entonados 4 Jesus y 4 su Madre, sea por el nedfito del Asia, sea por el hijo de los Andes, ora en las tierras africanas, ora en las islas de la Australi«: sin que ninguna fuerza humana haya podido cerrar ‘atin los. labios de los creyentes. Mas 4cémo ha llegado hasta nosotros el conocimiento. de Maria? Al través de mil y mil contradicciones que ha suscitado contra Ella el infierno, y en medio de mil y mil ruinas en que se ha envuelto la especie humana por su propia malicia y volubilidad. Preguntad 4 las generacio- nes pasadas lo que ocurriera en las épocas en que vivie- ran, y vereis con asombro que, contra todo el furor del infierno, y 4 despecho de los malvados, ha sido Maria aclamada por la mas dichosa y bienaventurada. Yo exa-

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