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obtuviera en las vértices del Carmelo sobre la idolatria y abominaciones de Acab y Jezabel ; pero si debo deciros que aquella victoria fué el simulacro de la victoria de Jesus sobre el infierno; asi como lo que sucedié inmediata— mente despues de este triunfo fué una figura la mas expresiva de los cultos que hoy tributamos 4 Maria. Gemfa la tierra y sus moradores, porque el cielo, vol- viéndose de bronce, no habia dejado caer ni una gota de rocio hacia tres alos y tres meses; para aplacar la ira _divina sube Elias al Carmelo, y despues de repetidas ins- tancias al cielo, ve que de la mar se levanta una nubecilla “no mayor que la huella de un hombre, y tanta es la cele- ridad con que se extiende y condensa en el horizonte, tanta la abundancia de aguas que se prepara, que apénas queda tiempo al Rey Acab para uncir su carroza y regre- sar 4 Samaria. jAh! gQuién no ve aqui del modo mas palpable des-— crita la virginidad, la fecundidad de Maria? gQuién no admira aquella nubecita que se eleva de las aguas puri- simas del Océano y se extiende cubriendo la tierra, fe- cundando con sus influencias las almas yermas por los ardores de la culpa? Elfas comprendié muy bien lo que seria la Madre del Redentor, y quizas temeroso de que faltasen verdaderos adoradores del Sefior, fundé los cole- gios de profetas en las cimas del Carmelo, para que se perpetuase en ellos la fé hasta el momento de la apari- _ cion del Mesias, si por desgracia lo restante del pueblo judaico imitaba las impiedades de Jeroboan. Betel, Jeri- e6, Samaria, Marfa, Galgala -y otros puntos, se ven po- blados de hombres santos que viven en la soledad, ento- nando siempre himnos y canticos al Sefior. Esta sociedad profética contintia en todas las restantes centurias del judaismo, conservandose en ella la piedad que aprendie- | ran los hijos de los grandes caudillos de perfeccion Elias y Eliseo, y dirigiendo al cielo sus oraciones para que

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