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hecho hombre. ,Podemos acaso.nosotros pensar en Jesus - sin que con la mayor espontaneidad volvamos la vista 4, - su Madre? No, seiiores; y de aqui deduciremos legitima- mente, con los Padres y Doctores, que los Patriarcas, los Profetas y muchas almas justas del Antiguo Testamento tuvieran un conocimiento perfecto del misterio de la au- gusta Trinidad y del de la Encarnacion con todas las cir-~ cunstanCias que le acompafiaron, misterios que ellos pro- ponian al mundo entre enigmas y tropos, porque el mun- do no se hallaba en disposicion de comprender otra cosa. Aquellas almas privilegiadas eran inmediatamente ense- fiadas por el Espfritu Santo para que diesen al pueblo las instrucciones analogas 4 la época y posicion 6 ilustra- cion que tenia; pero en todas ellas no encontramos nada que no tenga directa 6 indirectamente relacion con el Re- dentor futuro y su Madre, que fueran mirados siempre como seiial de alianza entre Dios y el hombre criminal y proscrito.. 3 Recorred las cinco épocas del mundo 4ntes de la En- carnacion ; en todas ellas vereis representada la Madre de Dios, ya en signos, ya en acciones, ora describiendo su parto, ora sus dolores en el Gélgota; siendo cosa muy notable que, 4 medida que’el murido va llegando 4 los tiempos de la Redencion, las figuras son mds claras, las palabras mds explicitas; de tal manera, que algunos de los Profetas que existieron en los tiltimos quinientos afios de la monarquia hebrea, mas parecen escritores contempo- raneos de Maria que Profetas de su Hijo. La primera época del mundo apénas nos presenta mas que tinieblas y caos. Si exceptuamos el razonamiento de Dios con la serpiente en el Paraiso, nada podremos decir con certeza, sino que la corrupcion de la carne habia hebetado de tal modo los espiritus, que la idea del futuro Redentor se habia eliminado de la tierra, refugiandose en el corazon de ocho almas justas. Pero entre tanta abominacion, Dios

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