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tar al Rey de la glotia: Estos résultados sue " eman— cipacion del hombre de la esclavitud del pecado, la pos- tracion eterna.de su enemigo, la apertura de las puertas del cielo hasta enténces cerradas, la entrada en él de cuantos creyesen y esperasen en este Redentor, y, por fin, el cambio total-que tendria la sociedad racional, me- jordndose aun en este mundo la suerte del hombre por _ medio de las leyes suaves del Cristianismo , con las cua-" les se hicieran mas lleyaderos los sudores, las fatigas y_ los dolores @ que hombre y mujer fueran condenaties en este mundo en castigo de su trasgresion. Hé aqui las esperanzas de la humanidad. La perspectiva era grande, el porvenir brillante y halagiiefio; el dia en que se consumase este hecho, era el gran centro de cuantos dias habria desde el principio del _ mundo hasta su consumacion. El hombre, miéntras vi- viese en la tierra esperando al Redentor, era un ilustre personaje proscrito de su principe , aferrado en lébregos -calabozos, de donde esperaba salir por la bondad y amor del mismo que lo habia condenado. Contemplad, pues, por un momento cuan grande, cuan suspirado y deseado mo seria el dia en que las cadenas serian rotas, el rescate ejecutado y la muerte abolida. Entre cuantas horas ha ha- bido no se cuenta una tan digna de la atencion ‘de Ja hu- manidad como aquella en que se abririan los cielos y deja- ian caer al Justo; aquella en que una mujer daria entrada ~ -en sue seno al Dios de los siglos; aquella en que este Dios moriria por salvar al hombre. Consumada esta redencion,, -diez y nueve siglos no han bastado atin para elogiarla dig- namente. Toda la tierra resuena cada dia con los ecos de mil eanticos entonados en honor de aquel dia meraorable en que el hombre fué redimido; todo pasa en este mundo: los siglos, sucediéndose con rapidez, condenan al olvido los hechos mas notables; los hombres mas célebres , te- niendo la misma suerte que sus cenizas , yacén olvidados,

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