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jqué magica es por desgracia la fuerza de la maldad! Lo que sucediera al principio en el reino de los espiritus, acontecié en la tierra al poco de haber criado Dios los dos primeros séres racionales del mundo material; el pervicaz corazon del Angel caido no quedé satisfecho hasta que no vid alistado en su ominosa bandera al pri- mer hombre, haciendo que éste declarase guerra al cielo. La tierra, pues, esta mansion de delictas que Dios sem- brara de mil hermosuras y tesoros para el hombre, se convirtié en teatro de guerra; enarbolaronse dos banderas - cuyos lemas eran verdad, mentira: Dios, Lucifer. 4Quién de estos dos bandos seria el victorioso? gquién el vencido? Claro esta que la victoria era para Dios, y el vencimiento para el demonio y cuantos le imitasen. Si, la mentira podra dar sus embates espantosos, pero al fin cae 4 los piés de la verdad, como las olas del mar embra- vecidas por los vientos se humillan 4 la alta roca, que, teniendo fijo su asiento en mar proceloso, inmédvil ve estrellarse contra ella 4 su lado las violentas olas impeli- das por el aquilon. Derrotado el padre de la mentira en su primer encuentro, no le quedé otro partido que la proscripcion y pena eterna como patrimonio suyo y de sus partidarios. Cayé el angel sin esperanza dé levan- tarse jamas. Cayé tambien el hombre; pero joh bondad | divina! Los momentos que mediaron entre la» trasgre- sion de Adan y la promesa de un Redentor que lo sal- vase, fueron sin duda muy crueles; mas Dios no permitié fueran de gran duracion: la naturaleza humana, repre- sentada enténces por dos individuos apdéstatas, rebeldes, proscritos, se vid envuelta en el mds horrendo caos, sin ver una luz que la guiase, ni una mano que la favore- ciera; la desesperacion y pena eternas fueran en aque- llos tristes instantes todo e] patrimonio de Adan y sus hijos, si Dios no hubiese sido misericordioso. Al poco se deja oir una voz compasiva, que no sabe reprender sino

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