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26 el mismo Jesucristo; porque El bajé del cielo para der- ramar en la tierra llamas de amor, pero de tal amor, que ensefiase 4 los hombres 4 llamarse hermanos, hijos todos deun mismo Padre, que esta en los cielos , y acercarse a | éste con mas confianza que la’ que tiene el nifio tierno para pedir pan al que le dié el sér y la vida. ‘Para conseguir este objeto; para remover cualquier obstaculo que encontrasen los hombres en el camino que -los llevaria 4 Dios ; para hacer este mismo camino, no s6lo-suave, sino florido, ameno y deleitable; para que hubiese posibilidad de ver 4 ese mismo Dios cerca de si mismo, y conocerlo, y tratarlo, y convencerse del mucho amor que nos tiene, y de que, léjosde ser un sér terrible y severo, es un padre benigno y un amigo cariiioso del hombre; para poder, por fin, fundar un reino de justicia y de paz, y constituir de Dios y de los hom bres una gran familia , donde no hubiese mas que un padre y muchos hijos, se deja ver en el, plan divino de la redencion del hombre la Virgen Maria. Es esto precisamente lo que mas halaga nuestro corazon, y en lo que nuestra alma encuentra la perfeccion infinita de aquello que la ha encantado y enamorado desde qué nuestros ojos se’ abrie- ron a la luz y nuestros sentidds empezaron 4 palpar la perfeccion inefable de la maternidad. Porque ,quién lo ignora ? Cuando cada uno de nosotros hemos llegado a la edad en que/nuestra razon nos enseiia que debemos amar a4 nuestros padres , hemos visto que los amabamos ya, y | que, sin saber cémo, se habia formado entre ellos y nos- otros un lazo de ternura que nos estrechaba. Mas 4cémo se habia formado este lazo.de oro? En esos encantos indefinibles de la maternidad natural veiamos, cuando la tierna madre nos aplicaba 4. su pecho, que habia en sus labios una sonrisa que es sélo para el hijo, y por la cual éste conoce @ su madre; veiamos que sus dos pupilas destellaban rayos de amor; palpabamos aquellos ésculos Sires wnat ite sl

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