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momento que empez6 4 existir, los espiritus angélicos quedan muy atrds. La preservé de la culpa y del fémite de la concupiscencia; la concedié un dominio soberano sobre todos sus apetitos, y una inclinacion vivisima al bien obrar; encendié en Ella la luz de la razon y un co- nocimiento claro y despejado de todos sus actos ; la ador- n6 de gracia santificante y de todas las virtudes que la acompaiian; gy no es esto una prueba la mas convincente de que Dios amé 4 Marfa en su concepcion, mas que 4 los dos primeros hombres y mas que 4 todos los angeles? aCudnto no se esmeraria en adornar 4 esta mujer, en cuyo obsequio habia presentado, por espacio de cuatro mil afios, las figuras mas expresivas en las Raqueles y Judithes, en las Déboras y Esteres, con otras que no nombro, por ser conocidas aun de las personas mas vul- gares? Desengafiémonos, hermanos mios: es propio de la debilidad humana poner en gran expectativa las cosas pe- quefias para que aparezcan grandes; pero Dios no obra asf; Dios no hace grandes preparativos, sino para cosas que han de ser muy grandes; empleé cuarenta siglos en pre- pararlos hombres 4 recibir al Mesias, porque haria cosas estupendas y superiores 4 la fuerza humana; empleé el mismo tiempo en representar su persona y sus virtudes, ya en los Patriarcas, ya en los Profetas , ya en los Reyes, ya en los sacerdotes santos, ya, por fin, en todos los pri- meros héroes del mundo antiguo, porque el Mesias se- ria aquel 4 quien, como dice el Apdstol amado, Dios no daria la gracia con peso y medida; 4 la par de este Me- sias era figurada y prometida su Madre; el Hijo seria enemigo del demonio, y la Madre estrellaria su cabeza; asi es que, prometida por tanto tiempo, expresada en tan- | tos tipos , representada en tantas figuras, al ser criada su alma, al entrar 4 santificar el cuerpo que seria santuario de Ja divinidad , su naturaleza es aquella‘de la cual dice con razon San Ambrosio que fué hecha sin peso, sin nu- - ;

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