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Los caminos de Sion lloran, y sus hijas hinchen los aires con sus lamentosos, ayes ; se hallan despavoridos los discipulos, inconsolables las santas mujeres: ya mu- rié Jesus; mas su imagen no se aparta de la vista de Maria ; antes lene ante sus ojos aquella cruz afren- tosa, aquella cabeza taladrada, aquellos ojos hundidos, aquella boca rasgada, aquellas mejillas palidas, aquellos cabellos mesados, aquel Calvario deicida. j;Ah! Aquel Jesus que llenaba el corazon de Maria; aquel Jesus, principio y fin de sus pensamientos, pregunta por fil A los discipulos, y no responden ; la naturaleza, y calla. jOh cruel martirio el de Maria! Fortis contra Deum. Nos admira la constancia de los Vicentes y Lorenzos, de las -Aguedas y Cecilias; nos parece cosa extrafia como resis- tieron 4 los tiranos , cémo vencieron los tormentos ; pero aqué tienen que ver las torturas de todos los martires con los dolores de Maria? No eran estos dolores de un dia, ni de un aio; toda su vida fué un martirio cruel; la memoria de fod tormentos de su Hijo rasgaba su alma con mas furia que lo hicieran los tiranos con sus marti- res ; el considerarlo muerto, era el mayor suplicio que pudieran darla los verdugos ; y con todo esto, su cora- zon les hace frente, y si Dios no la hubiera llamado al cielo para coronarla, atin viyiera, sin que los tormentos hubieran acabado con su vida generosa: Fortis contra Deum. Basta, amados oyentes, basta: yo veo vuestros cora- zones conmovidos con la consideracion de la ternura y heroismo de esta amable criatura; ni yo puedo continuar, porque los dolores de Maria son inefables, son un piélago inmensurable, un horizonte sin limites, y asi dejo 4 vuestros entendimientos el trabajo de acabar de discernir lo que mi lengua no puede pronunciar ; pero siempre os if diré que Marfa al pié de la cruz es el modelo més acaba-_ . do de la ternura maternal, y el tipo en que nos hemos de
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