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_ su magnanimo corazon. Semejante al robusto tronco del cedro del Libano, aunque los huracanes desgajen sus ra- mas y huyan pavorosas las avecillas que se refugiaban en - su copa, él queda inmdvil, porque tanta es su robustez exterior como la fuerza de sus profundas raices; asi Ma- ria, por mas que se pasmen los cielos, por mas que tiem- ble la tierra, aunque se rompan las. piedras, aunque se abran los sepulcros , aunque se desquicie toda la natura- leza, Ella esta firme é mmédvil: yes 4 la cruz de su Hijo. Stabat jucta , etc. . i . Grande fué el setebansiole que debid de tener Sara para permitir que Abraham saliese con su hijo 4 la montaiia ~ del sacrificio; porque era el sosten de su ancianidad, el hijo de bendicion, el hijo obtenido contra toda esperan- za, Y por consiguiente, su amor hacia él era el mas grande que hubiese tenido madre alguna. Pero qué es el valor de Sara comparado con el de Maria? Porque si Abraham levanta la cuchilla, si la sangre de su hijo riega el altar, si sus carnes: son Getsamidas por el fuego, nada de esto ha de afectar los sentidos de su madre, que, léjos del lu- gar de la oblacion,, llora por la victima, sin ser testigo de sus dolores. Pero ;:ver arrastrar 4 su Hijo como 4 un mal-. vado! ; Oir los golpes de los martillos | ; Presenciar la du- reza de los clavos! ;Sertestigo de sus agonias y no mo- rir, estaba reservado para la mujer fuerte! Ve Maria cémo, con un 6rden de inaudita barbarie, van extendiendo los verdugos los piés y manos de Jesus; ve que la mejor por- cion de sus entrafias es desgarrada con ferocidad por hombres encrudelecidos, y no se descompone, ni se que- ja, ni habla una sola palabra: Stabat juxta crucem. Y jes posible tanto valor en una madre? El amoroso Pedro, al ver el atrevido arrojo de los satélites contra su Maestro, se enardece, desenvaina su espada, y precipitandose con valor en medio de'la chusma, y al primer golpe, echa aba_ jo la oreja de Malco, y sMaria, en quien palpitaba un co-

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