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no es esto lo que quiere Maria, no, amados mios; ha’sa- bido que Jesus, agobiado con el peso del madero, y atro- pellado por los furiosos judios , ha caido ya tres veces en su camino. Si no le es permitido librarle de tanto tor- mento, su corazon la impele 4 que se presente 4 El y le ayude & llevar la carga. Yo la contemplo en aquel mo- mento dirigiéndole la palabra, més expresada con las mi- radas que con la voz, suplicandole con encarecimiento que ponga aquella cruz scbre sus hombros, que eche aquella soga a su cuello y ponga las espinas en su cabeza. Ella ha sido Madre tierna en los treinta y tres afios de su vida, y no quiere desmentir su amor en la muerte; desea pro- digarle sus cuidados, desea mezclar sus suspiros con los de su Hijo, y aun su sangre, si acaso el verdugo tuviese licencia del cielo para sacrificar dos victimas. Para esto _ sale al encuentro de su Hijo; para esto sigue sus san- grientas huellas, y para esto, en fin, se pone al lado de la cruz: Jurta crucem Jesu, Mater ejus. jEjemplo'sin igual de un amor puro y tierno! Con él . nos enseia Maria 4 exponernos ‘4 todos los trabajos por amor de Dios y para alivio de nuestros hermanos; y en verdad, amados mios, cuando el amor divino ha encon- trado un santuario en el corazon, j qué impulsos tan ge- nerosos no recibe éste! ;De qué acciones no es capaz! Aunque todas las criaturas se conjuren contra él, los reputa 4 todos como enemigos débiles, y, como otro Da-~ vid, los desprecia, porque Dios es la luz que le ilumina, la salud que le fortifica; y 44 quién temera? El Sefior pro- tege su vida; y gde quién temblara? Por mas que se ar- men los enemigos, por mas asechanzas que le pongan, espera en Dios, y nada teme. Este amor sobrenatural de ‘Maria, unido al natural de madre, es el que la ha condu- cidoal pié de la cruz. ,Qué le importan los desprecios de los pontifices, los sarcasmos de los escribas ni el fu- ror de los sicarios, cuando, por aliviar 4 su Hijo mori-

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