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ministran el fundamento de estas reflexiones, que serdn el objeto de mi discurso y el de vuestra atencion benévo- la. «Estaba en pié, dice el Evangelio, junto 4 la cruz la Madre de Jesus.» ; Palabras sublimes y misteriosas! Ha- ilarse al lado de un hijo que muere, es propio de una madre tierna y compasiva ; pero estar en pié, sin desma- ‘yar entre tantas agonias ni sucumbir 4 la fuerza del dolor, es propio de una madre herdica; asi, yo distingo en Marfa dos personajes casi incompatibles con la débil naturaleza de una mujer, pero aunados intimamente en Maria: la madre tierna y la hetoina constante; como ma- dre tierna, se une 4 su hijo para aliviar sus penas,'to- mando ella una parte considerable, hasta llegar al extre- mo de querer morir con é1, siel cielo lo permitiera; como heroina, no se entrega 4 las consecuencias ‘de su aflic- — cion, antes conserva su majestad , siempre inalterable, y una grandeza de animo envidiada dun de los angeles. jAh! Yo debiera callar despues de haber emitido estas ideas, dejando 4 vuestra piedad, 4 vuestro silencio y 4 _ vuestras lagrimas el ministerio instructivo mas propio en el caso, del entendimiento que dela lengua’, ws la me- ditacion que de la voz. _ Persuadido, pues, de mi insnficiencia, me postraré a las plantas de esta augusta Reina y Madre nuestra, y con el auxilio de vuestras oraciones, mas fervorosas aca- so qué las mias, no dudo alcanzar la gracia que necesito para hablar con acierto de los dolores y constancia de Maria. No nos detengamos, pues, un punto ; saludemos con toda la efusion’y “ternura que nos sea posible 4 la Reina de los martires, diciéndola con el angel : Ave Maria.

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