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[ok eo ET TH a RN ge See momento silencioso de su desamparo, no puede -ménos : de sentir su corazon como fuera de su lugar y como des- leido por la fuerza de las angustias que lo abruman. Se— encuentra sola en medio de la pavorosa quietud del mun- do: apenas el reposo universal es interrumpido por los desabridos ecos de alguna ave nocturna; el momento es el mas propicio para entregarse @ meditaciones profun- das. Enténces se arrodilla esta Reina de los angeles, y empieza 4 reflexionar con mas detencion que nunca lo que era cuando. tenia el consuelo de ver suspendido de sus pechos castisimos al niflo Dios, cuando le abrazaba y se extasiaba contemplando su hermosura. gQué felici- dad habria en los cielos ni en la tierra que pudiese rivalizar con aquella que afecté su alma santisima en el portal de Belen al ver en sus manos al Hijo de sus entrafias, conservando al mismo tiempo la inestimable. joya de la virginidad? Sucesivamente va viniendo una série de grandezas; el cielo rinde homenajes 4 su Hijo; el mundo lo mira con asombro; los demonios con horror; los hombres buenos lo aman y lo adoran; los malos no pueden ménos de respetar su gravedad y modestia, su doctrina y milagros. ;Ay! Cuando mas encumbrada esta Maria en la meditacion de las grandezas de su Hijo; cuando cree que esta oyendo sus tiernos vagidos y su dulce voz; cuando lo considera obrando prodigios y con- futando & sus enemigos, se acuerda que éstos se han apo- derado de El y lo han crucificado. La muerte le parece por aquellos momentos una ilusion; la tempestad se fra- guara en instantes, y en instantes fulminara cuantos rayos encerraba. «Es posible, dice, que’ haya desapare- cido mi Hijo de la tierra de los vivos? Mi Hijo, que es Dios, gha podido sucumbir bajo el peso de sus persegui- dores? ;Qué! 4La muerte tiene imperio sobre el que es esencialmente la vida? j;Angeles santos! Vosotros, que tan dulces-sinfonias entonabais en torno mio cuando por

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