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Acaece lo primero a la sc ini Madre Maria en la noche que sigue al suplicio de su Hijo. La muerte pa- rece una ilusion. Ha sido tan violentamente ejecutada, que no ha dado lugar 4 Ja meditacion. Las sensaciones han sido grandes en el Gédlgota; pero el fracaso militar, el tumulto de los espectadores, el estrépito de los enemigos. de Jesus , el entretenimiento universal en que se hallan cuantos pasan al lugar de la triste escena, la revolucion que sé efectua en la naturaleza misma , no dejan & Maria fijar su imaginacion en considerar la enormidad de la pérdida que va 4 sufrir. Por algunos momentos su dolor se mitiga en cierto modo, pues bajado de la cruz el cada- ver de su Hijo, le es permitido estrecharle en su pecho, y sellar sus mejillas con mil ésculos de amor. En medio de su desamparo, atin brilla una triste estrella 4 aquel cora- zon que, cual bajel abandonado, iba bogando por el tem- pestuoso mar de la tribulacion mas horrenda en que se viera una madre. Maria tiene el consuelo de que algunos nobles de la Judea quiten con sus propias manos 4 su Hijo del palo de ignominia; que los mismos lo unjan con aromas, que lo trasporten sobre sus hombros al lugar del reposo , y que éste sea un sepulcro marméreo destinado pera un principe deJa nacion. Ef temporal fuera recio, sobreviniendo luégo un corto intervalo de calma; pero jqué horror, sefiores! ; Compadezcamonos de la triste y desamparada Maria! La tempestad se desencadena de nuevo; sopla con mayor vehemencia el aquilon; el hura- can, que no tuviera fuerzas para sumergir el bajel cuan- do lo subia hasta las nubes 6 lo hacia descender hasta los abismos en sus primeros embates, ha dado tiempo 4 que aquel esté para entrar en lugar seguro; y enténces ha _ redoblado su furia, lo ha arrollado, lo ha conducido 4 Jos sirtes , lo ha estrellado con furor, sumergiendo sus oa les fragmentos entre sus espumantes olas. Por grande que sea el heroismo de Maria, al llegar al a BS hd
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