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TOP a es Se de alli vuela al templo, y oye al profetet Simsats consa- grando con un himno la memoria de su Hijo como reden-. tor y gloria del mundo: de aqui va al Tabor, y lo ve cu- bierto de majestad entre los mas venerables testigos de la humana prosapia. En una parte lo verodeado de milla . res de hombres que estan extaticos oyendo su voz; en otra lo mira poniendo su mano sobre los elementos y conte- niendo sus iras. Aqui arroja los demonios y sana parali- ticos y resucita muertos; y como si estas marayillas que vierati oyera no hubiesen existido, no se han objetado con viveza al espiritu de Maria sino despues de muerto su hijo Jesus. Lo contempla oriundo en la eternidad entre los esplendores de los santos; y cuando, como Aguila real, ha remontado su vuelo hasta el Sol de justicia, le sale al encuentro un dardo cruel que la causa mortal herida. jAy! Esta figura de la substancia divina; este candor de la eterna luz; este espejo sin mancilla, se encuentra envuelto _ entre los ropajes de la tumba, cubierto su rostro con un sudario, ligados sus piés y manos, y ennegrecido con som- bras de muerte. Por mas que quiera encumbrarse en sus vuelos esta inocente paloma, este pensamiento, cual agu- da saeta, penetra en su alma, y la hace caer junto al se- pulcro de su Hijo. Abandonada 4 su propio desamparo, es su alma el blanco de mil saetas disparadas simulténeamente para herirla mas y mas. Ha visto en la vida de su Hijo reali- zadas las magnificas poesias que hicieran muchos siglos antes su descripcion: todas sus grandezas son infinitas, mas todas han desaparecido por aquellos momentos con la realizacion de muchas ignominias, que tambien son infinitas. La grandeza de su entrada en el mundo ha sido eclipsada con el horrendo aparato del suplicio; las adora- ciones de los Reyes de Oriente se han anonadado ante aquel rey de farsa que ha inventado la cohorte romana en el Pretorio; los milagros de su predicacion no son