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san nuevas amarguras, y el anonadamiento que ha suce- dido tanta dicha, siembra alrededor de Maria otra dife- rencia que la de tener Ella una alma mas elevada, un en- tendimiento mas penetrante, un corazon mas sensible. — Por lo demas , se vié en aquella triste noche acometida por todas partes de las mas tristes ideas, y sin mas con- suelo que el dar rienda suelta 4 sus lagrimas, que, cual cristalino torrente, surcaban sus palidecidas mejillas. Diré mejor; pondré las cosas en su verdadero punto de vista; habia entre las ideas de Maria, entre sus sensaciones y las nuestras, una diferencia infinita, no tanto por la per- feecion culminosa de su espiritu, cuanto por el objeto que’ las causaba, y 4 donde tendian como 4 su tinico centro. iAy! | Qué diferencia no debe haber entre las sensaciones causadas por la muerte de un hijo, que no pasa de ser - mas que un hombre, y las que debié causar la de uno que era Dios! ; Qué diferentes son las ideas que se elevan en un espiritu herido con el pecado, de las que surgen en otro que es mas puro y terso que mil soles! ; Con cuanta ma- yor viveza se representara en la imaginacion la imagen de un objeto que ha sido el centro tinico de todas las ope- raciones, que aquel que no fuera mas que secundario! ;Ah! 4Qué sucede al hombre? Su espiritu se derrama en todos los objetos, pensando igualmente en los que ama y en los que no ama, sin fijar jamas sus ideas en uno sdlo, hasta el momento en que, sobreviniendo una desgracia al objeto amado, centraliza en él todas sus ideas , siguiéndole, no sélo en el lecho de muerte, sinoenel ataud y en la tumba. Esto, esto es cuanto-acaece al hombre. Por més que esté abrasado su corazon en elamor de otra persona, no puede tener siempre puesto en ella su pensamiento , por impe- dirselo la volubilidad natural de nuestra alma, que, seme- jante 4 la abeja, vuela sin cesar de una flor 4 otra, sin detenerse en ellas sino momentaneamente y de paso. Y por una necesaria consecuencia , cuando Hlega 4 faltarnos