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50 autor de tanto progreso. Si; la curiosidad hace registrar estos libros: se abren por pura curiosidad , se encuentran gracias y donaires sin niimero, frases pomposas y dulces al oido, se lee una pagina, se toma el gusto para conti- nuar; 4 poco ya falta el tiempo para leer; se devoran los volumenes , é insensiblemente va entrando el tésigo en el alma; de modo que por una curiosidad, el que al empe- zar era cristiano, luégo duda, despues vacila, y al fin, encantado de las bellezas de aquel espiritu que no res- pira sino amabiJidad y dulzura, le da la razon , se une 4 su partido, se instala bajo su bandera, y al concluir el libro, ya no es un verdadero creyente, sino un impio, un incrédulo consumado. Se quejan 4 cada paso los pa- dres de familia de que sus hijos no les obedecen , de que no pueden convencerlos para que se lleguen al sagrado tribunal de la penitencia, de que apenas tocan los tres lustros de edad se emancipan de su dominio y andan sin freno; dicen que esto es incomprensible, y que nunca se ha oido tanta desventura. ,Quién lo duda? Jamas han visto las generaciones tanta insubordinacion , jamds tanta indiferencia; pero esto no es incomprensible: yo lo com- prendo muy bien, y vosotros no lo habeis de ignorar desde este punto; la curiosidad ha puesto en sus manos los libros pestilentes: han leido en ellos que el hombre no debe amar 4 sus padres sino el tiempo que los nece- sita; han visto que la razon debe medir, juzgar y enten- der cuanto se le propone, y lo ha de admitir 6 desechar segun le agrade; estos principios han halagado sus pa- siones , han abogado por sus inclinaciones perversas, les han inspirado un deseo de libertad desmesurada, les han ensefiado 4 mirar con horror al que quiera sobreponérse- ‘les , y la consecuencia inmediata es que ni respetan 4 sus mayores, que desprecian la Religion con sus practicas, que tienen 4 desprecio y vileza el doblar su rodilla ante el Dios que los crié. Ved la fé casi destruida en la tierra, ihn ie a is eh ec Sia.