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contra la superior; niloirascible ni lo sensual des apare- cen miéntras estemos atados 4 este cuerpo pesado y malig- no, que quisiera ser superior al espiritu; pero entre tanto, el alma, como centinela vigilante 4 las puertas de la for- taleza, hara uso de sus armas tan pronto como advierta el menor movimiento del enemigo; reprimira sus impe- tus, refrenara sus avances, y prevalecera para que pueda decir siempre con el divino Pablo: «Ora estemos en oe, ora durmamos, somos siempre de Jesus.» Asi es, venerable comunidad, que esta esposa que esté siempre en vela, esta alma que tiene fija su atencion en,las cosas’ celestiales, no puede dejar pasar ni una sola vez la voz del esposo, Apénas su celestial eco ha herido sus oidos, se conmueve toda, poniéndose en disposicion de recibir cuantas érdenes quiera darla el Esposo celestial. jAh! Despreciar una sola inspiracion, por minima que sea, y aunque no llegue a ella sino como el casi desaper- cibible susurro del céfiro, seria en su parecer la mas la- mentable desgracia, porque una alma que ama a Jesus va creciendo siempre en el conocimiento del sumo bien, ayuddndola 4 esto las inspiraciones divinas, con que el Ksposo llama sin cesar 4 la puerta; sin ellas, sabe el alma que nada puede; sin su auxilio, esta cierta de perecer; de tanta importancia es para ella la primera, como la se- gunda, como la ultima inspiracion; y gpor qué? ;Ah! Por- que tras de la apreciacion del Sér divino, ha venido la justa apreciacion de si mismo; el que ame a Dios, nece- sariamente ha de tener de si propio el mas bajo concep- ~- to, se ha de.creer el mas ingrato de los hombres, el mas rebelde al amor de Dios; prueba de ello es aquel gran Francisco de Asis, aquella Teresa de Jesus, ambos por- tentos de santidad, de amor divino y de virtudes las mas herdicas. jOh! Cuantas veces con lagrimas en los ojos se | les oy6 decir que eran los mayores pecadores del mundo, que no merecian vivir, y que era un favor singular el

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