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524 vista en el Sér divino, la vuelve sobre si misma contem- plando su insuficiencia y su nada, podemos llamarla alma dichosa y afortunada. La luz celestial no la abandonara jamas ; el movimiento y la accion de esta alma ira cami- nando de claridad en claridad; Dios sera cada vez para ella el objeto mas digno de su amor; ella sera 4 sus pro- pios ojos el objeto mas vil y despreciable, pues no vera en si misma sino ingratitudes. Entdnces , avergonzada el alma de su poca correspondencia 4 los favores ‘divinos, hara cada dia mayores esfuerzos pata corresponderlos:. persuadida de su debilidad, se asira fuertemente de su Dios, y, cual nifio que entre los pavorosos ruidos noctur- nos se estrecha con su tierna madre, pedira con lagrimas la proteccion divina ; y, por fin, conocida la belleza in- finita del Criador, se tendran en nada todas las criaturas, con tal que pueda poseer 4 su Dios. En efecto: el camino ordinario por donde los grandes - Santos han pisado la cumbre de la perfeccion, no ha sido - otro: un conocimiento profundo de la bondad divina los 4 incendia mds y mas en el deseo de amarla y poseerla, y ~ | el mismo conocimiento de su propia nada les obligaba 4 acudir 4 Dios sin cesar para no perecer. El primer conoci- miento era una gran luz, ante cuyos resplandores todos los objetos transitorios perdian todo su valor, si alguno pueden tener, no quedandoles otro digno de sus mira- das, que el Sér eterno é infinito; y el segundo les hacia decir con San Pablo: «No somos capaces de pensar nada de nuestro propio saber, pues toda suficiencia nos viene de Dios.» Explica bien los resultados de este doble cono- cimiento la esposa de los Cantares cuando dice: «Yo duermo, y vela mi corazon ;- voz del amado, que llama; abreme, hermana mia, amiga mia, paloma mia.» Sobre cuyas palabras quiero fijar vuestra atencion, pues nos demuestran el alto grado de amor 4 que llegau aquellos que con toda su alma huyen de las comodidades y place-