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522 seo, si 4ntes no me ayudais 4 pedir al Espiritu Santo sus dones, por la intercesion de su mds pura y tierna Esposa. . Saludémosla, pues, con las palabras del angel. ; Ave Maria. Tiene nuestra alma la desgracia de echar en olvido cuanto la interesa verdaderamente, derramando su aten- cion en los objetos exteriores, y saltando de uno en otro cual mariposa que tiene todo su placer en andar volando de flor en flor, sin detenerse en ninguna. Si; desde que por el pecado original fué herido nuestro entendimiento y estragada nuestra voluntad, con gran trabajo fijamos nuestra atencion en objetos que abstraigan y prescindan del sentido; con mayor pena atin podemos tener presente la idea de un mundo futuro con sus castigos y recom- pensas, que han de ser nuestro eterno patrimonio; y, en una palabra, esta carne, en que esta encarcelada el alma, - nos engendra tanta pesadez para obrar bien, que es pre= ciso llevarla como 4 remolque, teniendo que decir siem- pre con San Pablo: «Quién me librara de la carcel de esta carne?» Porque, como dice San Agustin explicando el pen- - samiento del Apéstol, «nada hay en esta carne donde re- side la concupiscencia; nada hay que nos incline al bien; y, porel contrario, no hay cosa que no nos arrastre al mal.» Y resulta de todo esto, que si la Religion no cura con sus auxilios las llagas de esta alma, por necesidad ha de morir eternamente. Mas, curadas una vez estas heridas con el suavisimo balsamo de los Sacramentos, si el alma no se conserva en la gracia recibida; si no procura coope- rar 4 los designios divinos; si no trabaja en poner un continuo valladar 4 los impetus de las pasiones; si no cierra los sentidos 4 los objetos exteriores , esta alma se debilita, se enferma, y quizds muere tambien , dal ménos . queda en tal estado de languidez, que se imposibilita para
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