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sin haberse purificado? gPodra llenar cuanto exigen la jus- ticia y santidad divinas que ha despreciado con corazon aleve? Cierto es que el amor divino, apoderandose del alma pecadora, puede excitar en ella tan activos ardores, que reduzcan 4 escoria hasta la mas imperceptible mancha; es verdad que tanta puede ser la penitencia a que se con- dene el pecador despues de cometido el crimen, que quede su alma mas blanca que la nieve y mas pura que la luz del sol: la Magdalena 4 los piés de’ Jesucristo, y Pedro despues de su negacion, son prueba irrecusable de esta verdad. Pero jqué! ,Tienen todos los pecadores el dolor de la Magdalena? gSe entregan todos a los rigores_peni- tentes de Pedro? ,Derraman todos tan copiosas lagrimas? No; el amor divino tiene sus grados en el alma compungi- da; unos aman herdicamente y con toda la intencion po- sible, y dieran mil vidas por aplacar 4 su Dios ofendido; otros aman en grado medio, absteniéndose de cometer el crimen, pero sin haber dado al cielo una satisfaccion cumplida. Enténees entra la Justicia divina 4 completar la obra que el hombre no concluyera, purificando con el fuego de la expiacion en la otra vida lo que no expurgara el fuego del amor en ésta. No es mia esta idea; la encuentro ya altamente ex- plicada por el sublime Agustin; la veo tambien indicada por el profeta Malaquias. Llama aquél al fuego del pur- gatorio suplemento del fuego del amor divino que faltata al hombre; extasiado éste, baja en espiritu al lugar de la purificacion de las almas, y observa cuanto pasa en la 1d- brega mansion. ; Ah! Es un horno encendido cuyas lla- mas exceden infinitamente 4 las lavas del Etna, 4 los rios de fuego del Mongibelo; el mismo Dios le da el pa- bulo devorador; el mismo Dios atiza los carbones; el mis- mo Dios tiene en su mano el crisol. Sedit conflans et purgavit filios Levi. ,No habeis entrado alguna vez en la oficina de un escultor? ,No habeis observado sus ope- TOMO II. 33