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Si el hombre no ha satisfecho en la presente vida la parte que le correspondia con arreglo 4 la justicia de Dios; si no tiene aquella pureza y santidad que corres- ponden al que va 4 entrar en la mansion divina, las puertas del cielo no pueden franquearsele. La razon mis- ma nos insintia esta verdad; luégo que un principe del mundo eleva 4 un vasallo de clase pobre 4 su privan- ‘za, es indispensable que haya en el agraciado una tras- formacion ; luego son eliminados los vestidos plebeyos, desaparecen los modales populares, sucediéndoles la finura de los palacios y el lujo de la cérte. gCuanto mas necesaria seria la mutacion si el favorecido fuera un hijo _ del mismo soberano, que, arrastrado por el vértigo de las pasiones juveniles, hubiese abandonado los dorados sa- lones del alcazar paterno por la misera habitacion de una meretriz, en la que viviera hasta el momento en que re- conocié sus yerros y obtuvo perdon de sus faltas? El co- razon, antes degradado, debe desprenderse de los senti- mientos que lo arrastrdran al envilecimiento, yrevestirse . de otros nobles y sublimes que lo hagan digno de la ma- jestad real ; porque no sentaria bien que un animo ab- yecto se pusiese al frente de empresas generosas ; no seria justo que al lado de un monarca vestido de purpura y brocado se colocase un principe cubierto de harapos: tanto exigen el honor de los pueblos, la grandeza del sé- lio imperial y la idea grande que tienen las naciones del trono de sus Reyes. Raciocinemos, pues: cuando el hombre ha sido rege- nerado en las aguas del bautismo, es un principe con de- rechos al reino celestial ; y miéntras conserve la blancura de la inocencia, puede llamarse hijo adoptivo de la Divi- nidad, y coheredero del mismo Hijo, natural de Dios; mas cuando voluntariamente rompe con su Padre celestial, quebrantando sus preceptos, hace renuncia de sus dere-. chos. ,Sera admitido de nuevo los goce’ de su soberania Naki nda Sahai Sl atl i ot it i ee So

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