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‘misma, alcemos el velo que los encubre en su santuario. jOh, qué hermosura! Sentada en un trono de gloria mas esplendente y-puro que mil soles, examina con ojo pers- picaz la conducta de cada uno de nosotros, y esta espe- rando la conclusion de nuestra peregrinacion para hacer- nos participes de la gloria que El tiene por esencia. gPodra — pasar del vestibulo celestial aquel que no esté propor- cionalmente tan puro como el Dios 4 quien va 4 very gozar? No. 4Podra Dios admitirlo en su alcazar, si no se presenta con todas las galas dignas de tan excelso Sobe- | rano? No; porque Dios faltaria enténces 4 lo que exige su justicia y su santidad. Cuando el hombre se arrojé por su voluntad propia en el camino de la maldad, atacé direc- tamente la justicia y santidad de Dios, granjeandose, con esta ofensa al Eterno, un castigo sin fin, para cuyo perdon fuera necesaria la sangre del Verbo divino; con ella queda lavado el hombre criminal y satisfecha la justicia de Dios; pero es necesario algo mas para que el pecador, santificado con la sangre del Cordero, tenga parte en las eternas delicias. Dios ha decretado que no ponga el pié en su gloria el que se halle manchiado; Dios por su bondad quiso perdonar al hombre la culpa y pena eterna por los méritos de su Hijo; pero al mismo tiempo decreté. que esta pena eterna fuese conmutada en otra temporal, como lo exigia su justicia; el hombre, que no podia presentar una moneda bastante rica para comprar el paraiso perdido, debia, al ménos, cooperar con sus obras al logro de esta posesion , conservando la inocencia y san- tidad que se le dieranen la regeneracion del bautismo, 6 sustituyéndola con la penitencia, si alguna vez la llegé 4 perder. Hé aqui la economia de los decretos divinos, armonizando admirablemente con sus atributos esenciales de santidad y justicia; para entrar en la gloria es necesaria _la ropa de la inocencia, en la cual no aparezca ni la mas pequefia mancha: Won intrabit aliquid coinguinatum.

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