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Ofs que aquella familia se abrasa en el fuego de la dis- cordia, y tan apaticos y crueles como otro Neron en el incendio de Roma, no sélo no pensais en apagarlo, sino que acaso os alegrais. Este es el resultado de las inves- tigaciones curiosas ; nada se ignora de cuanto pasa en la sociedad; no hay miseria que no llegue 4 los oidos de todos, y al fin concluyen las conversaciones con una respuesta revoltosa como la de Cain: 4qué me importa mi que aquél se muera de hambre?,Qué me hace que se extravie? Nunquid custos fratris mei sum ego? (Gen., Iv.) Luego 4por qué observais sus pasos? gPor qué investi- gais sus acciones? Luego sois como los fariseos del Evan- gelio, que no enviaban sus emisarios al Bautista sino por saber de su conducta, por criticar sus acciones, sin’ que los animase el mas pequeiio deseo de respetar su mi- sion, de observar su doctrina 6 de creer & sus palabras. Luego no teneis caridad; y, en efecto, asi es, amados’ ~ mios: la vana curiosidad ha destruido este amor divino, que debia abrasar los corazones de los hombres y unirlos entre si; efectd funesto, pero no es el solo que.sea hijo de la vana curiosidad, sino que hay otro ain mas deplorable, pues se ha propagado por toda la tierra, y con la furia de _suna lava yoleanizada la ha aniquilado, destruyendo casi en todos los hombres la verdadera Religion y piedad. Si; dije que la curiosidad vana es la causa de que haya tan pocas almas verdaderamente religiosas, y voy & probarlo con brevedad; y aqui joh mi Dios! no la len- gua, sino las lagrimas debian hablar. Yo quisiera pedir _al Sefior, con Jeremias, que mis ojos fuesen dos torren- tes para llorar dia y noche sobre la desgracia del pueblo catolico, de este pueblo que ha abandonado su fé y su moral por ser demasiado.curioso. No es esto una para- doja, amados oyentes, no; el dogma y la moral van des- apareciendo por la vana pesiaiicla aque se han entre— gado los hombres. \

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