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vencerse4 si mismo, sujetandose para siempre 4 la vo- luntad ajena hasta en lo mas minimo? «En la renuncia de los bienes mundanos no hacemos, dice el Padre San Gregorio, mds que dejar nuestras cosas; pero en la abne- gacion desi mismo dejamos nuestra propia voluntad lo que es un grado de perfeccion sublime.» ;Ah! ; Cuan bella y admirable es esta virtud! ; Cuan grande es el mé- rito de ella! Cuando el hombre ha llegado al uso completo. de su razon y tiene que sujetar esa misma razon, quiza llena de ilustracion y de saber profundos, y dotada de una prudencia consumada, 4 otra razon, en quien se reconoce la voz del superior, es decir, la voz divina, y 4 quien se debe obedecer ciegamente sin examinar las causas 6 motivos que éste tiene para mandar 6 inhibir; cuando, a pesar de tener luz suficiente para guiarse 4 si mismo, se pone el hombre en manos ajenas, arrojandose en ellas ciegamente, como el tierno nifio se arroja en los brazos de su madre; cuando esto hace el hombre, hace un acto de la mas perfecta abnegacion. Y no hay que dudar ni por un momento que el Altisimo se complace en este sa— crificio; pues mas le agrada la obediencia ciega y pronta, - que el sacrificio y las victimas. No hay que dudar que es ésta la primera virtud de la perfeccion, pues Dios, siem- pre que ha querido poner @ prueba el heroismo de sus siervos, se ha servido de la obediencia. ; Ah! Por una desobediencia el padre de todos los hombres cayé desu alta y culminosa dignidad, asi como por una pronta obe- diencia, llena de esperanza y de fé, fuera elevado el pa- triarca Abraham al sublime rango de ser el abuelo del Ungido y el padre de todos los creyentes. ‘Aiiadamos 4 estas dos palancas del edificio de la per— feecion, la tercera y la mas celestial de las virtudes, Ja castidad, y el alma quedara inmolada en las aras del amor diving; pues por medio de esta virtud, todo el com- " puesto humano se espiritualiza en cierto modo » poseyen-
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