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que no toma la cruz y me sigue, no es digno de mi.» jAh! No podia darse en compendio una doctrina mas _Amplia sobre la profesion de la vida religiosa, sobre el -sacrificio que hemos de hacer al Sefor consagrandole lo mas precioso que tenemos. Si queremos buscar el origen de los Institutos religiosos, no vayamos a otra fuente que esta: los primeros hombres que en la ley evangélica han - vivido en forma comun son los Apdstoles, y su pauta de vida fué la renuncia formal de cuanto tenian y de cuanto podian adquirir; despues de esta renuncia de los haberes mundanos, seguiase la renuncia de otro bien mas gran- de y cuantioso, que era el de su propia voluntad, refun- _ -diéndola en la voluntad ajena, en lo que consiste la pre- fecta abnegacion. En conclusion: debia adoptarse la mor- tificacion del cuerpo, dominando sus apetitos, y sujetando sus pasiones, para que la carne no se rebelase contra el espiritu. Este grado de heroismo no lo prescribe el Evan- gelio sino 4 los que con toda constancia quieren caminar & la perfeccion: les,exige sacrificios, pero sacrificios he- réicos. gY qué otra cosa es la profesion religiosa? En este sacrificio nada se reserva el hombre. para si mismo, pues se entrega en un todo al Seftor, prescin= diendo de que los bienes mundanos son para é! lo que eran para el divino Pablo: polvo y cieno. Si algo encuen- tra en ellos de util para la vida, todo lo consagra por el voto de pobreza. Basta para el alma asi consagrada tener lo que es estrictamente necesario para pasar la vida; un simple ropaje con que cubrir el cuerpo; un alimento parco con que sostenerlo; un lecho nada regalado en que des- cansar; en fin, mas filésofo que Sdcrates, que aborrecia las riquezas por ostentacion, podra decir con el Apdstol: «Yo llevo sobre mi todas mis cosas.» Omnia, mea mecum porto; contentandose con aquello que tenga, sin apes otro bien que 4 Jesucristo. 4Cual no es el heroismo que hay que desarrollar para

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