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este el primer sacrificio que hace el hombre de si mismo, » si acaso podemos decir justamente que hacemos un sa- crificio, cuando renunciamos lo que nos es daiioso y per- judicial; y ciertamente, amados mios, el sacrificio ha de hacerse presentando 4 las aras una hostia pura, perfec- 3 ta, y, como se explicaba el Profeta, hemos de ofrecer al . Sefior, no la victima ruin y enflaquecida, sino la mas Aa luciente y perfecta. Cuando el hombre se presenta 4 las des puertas del santuario por primera vez ‘pedir la regene- racion, se acerca cargado con la lepra el pecado; es una ~ vietima inmunda; pero Dios derrama sobre ella las aguas : de la gracia, y en un sentido lato podemos decir que el : dia de nuestro bautismo es el dia en que nos ofrecimos 4 — Dios en sacrificio, porque en él consagramos al Seftor todas nuestras afecciones y renunciamos a todas las obras pecaminosas. Mas, por lo que arroja de si esta sucinta enumeracion de las gracias de la regeneracion, se advierte que al re- nunciar el hombre a las pompas y vanidades del mundo, . tiene por mira principal su propio bienestar eterno. Pro- mete el hombre no pertenecer 4 Satanas ni a sus obras; pero le queda siempre en todo vigor su voluntad, se le Sn los bienes temporales, se le conservan sus de- rechos, los derechos que Dios le diera al criarlo. Cuales. sean éstos, nos lo ensefia el profeta Rey con estas pala~ bras que dirige 4 Dios, admirandose de su dignacion. hacia el hombre: «,Quién es el hombre, le dice, que te acuerdas de él, 6 el hijo del hombre, pues lo visitas? Poco menor lo hiciste que los angeles; le coronaste de honor y de gloria, y lo constituiste sobre las obras de tus manos. Todas las cosas sujetaste debajo de sus piés, las bestias de la tierra y las aves del cielo.» Si; cuando Dios cria al hombre le da el usufructo de todos los bienes terrenos, y al regenerarlo en la gracia primera, le que- dan salvos todos los privilegios que se le concedieron en . TOMO II. 32 -
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