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desconfianza, por haber llegado 4 saber una ligera falta 6 un pequeiio descuido, y mediando 4 las veces los ofre- cimientos mas expresivos en lo exterior, hay en lo inte- rior un corazon leno de odio, de rencor, de pique, de ‘envidia, de simulacion, de dolo, de emulacion y de me- nosprecio. ;Oh pensamiento detestable! exclama el Hele- sidstico (cap. xxxm, vers. 1) al considerar esta verdad: ide dénde has salido para cubrir la tierra con tu perfidia | y tu malicia? Las amistades se pierden 4 cada paso, las familias se encuentran desunidas y en facciones; los que antes se protestaban un amor eterno, luégo desenvainan los pufiales; gy por qué? dice el Espiritu Santo (Pro- verb., xvi, 20): porque asi como la lefia da pabulo al fuego, asi los que propagan novedades sobre la vida ajena dan - incremento 4 la discordia, porque las palabras de los in- vestigadores son simples al parecer, pero, semejantés & las saetas, penetran hasta el fondo del corazon. _ Hé aqui destruido, no sdélo aquel amor que debe es- trechar a todos los irotaires como 4 hijos de un mismo Padre celestial, sino aquel especial que une, enlaza, identifica y auna dos corazones, y aquel, por fin, que inspira compasion y ternura hacia el hermano desgracia- do. ; Funesta curiosidad! Manda el espiritu divino que cuidemos de nuestros hermanos, y en vez de emplear hacia él nuestros caritativos desvelos, sdlo ponemos en juego nuestra malignidad, quedando insensibles en sus infortunios: Mandavit unicuique de proximo suo. (Sal- mo xvii.) Vuestra curiosidad os ha hecho saber que aquel padre honrado no tiene pan que dar 4 sus hijos, que aquella madre cuidadosa ha caido enferma, y que sus hijas, privadas de lo necesario, se alimentan con pan de lagrimas, y no les procurais el mas minimo alivio; sa— beis que vuestro amigo, vuestro compaiiero, anda por -caminos tortuosos, que frecuenta malas compaiifas , que su alma se pierde, y no le dais un consejo: Mandavit, etc. i
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