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equidad, como de manto y diadema. Fui ojo para.el ciego -y pié para el tullido; era padre de los pobres, y me infor- maba con la mayor diligencia de la causa que no cono- | cia, quebrantando el poder del impio, y arrancando la presa de entre sus ufias... Me sentaba como rey en el pri- mer lugar, y aunque me rodeaba un ejército aguerrido, era, no obstante, el consuelo de los tristes.» Hé aqui, sefiores, un principe que vive con sus’ va- sallos como con sus hijos: hé aqui un superior que afa- de & las relaciones de potestad y dominacion, las del amor para con su pueblo. Este es el hombre que en su desgra- cia se ve rodeado de amigos que lo consuelan con sus consejos, miéntras otros muchos lloran @ lo léjos la des- gracia del que era su padre y protector. » Aqui, amados mios, debo concluir: aqui debo poner un candado a mis labios: si pretendiese hablar, lo haria despues de haberos suplicado que me dejaseis solo en este templo, y despues de cortar al eco sus alas para que no saliese de este recinto, sin embargo que me es permiti- do, sin ser tachado de adulador, el repetir cuanto la fama ha traido 4 mis oidos, y manifestar sin rebozo los senti- mientos que abriga mi pecho. Pero, seflores, si no me engafia el amor propio, creo que jamas he lisonjeado 4 nadie en este lugar, y ademas tiene gran imperio sobre mi espiritu aquella sentencia del Padre San Maximo, que dice: «No alabes al hombre en la vida, sino despues de su muerte.» Pero necesito acaso desplegar mis labios en este mo- — mento? ,No sois vosotros otras tantas lenguas que hablan elocuentemente, y dicen que para vosotros y para cuan- tos habitan en esta ciudad venturosa, el primer man- datario es un padre, un amigo, un bienhechor? ;Vos- otros no lo amais como 4 un padre? ,E1 no os mira como a sus hijos? Al encontraros arrodillados en el santuario, ano estais manifestando que vuestro corazon se envolvid ¢

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