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Cuan dificil sea que semejantes hombres tengan ver- daderos amigos, es cosa clara a quien examine un poco lo que es el espiritu humano. Amigos fingidos, falsos, lisonjeros, hombres interesados, que rodeen la persona del grande, que quemen en su presencia el incienso de la adulacion, es facil encontrar; porque, como dice el Sabio, «muchos son los que rodean la persona del mag- nate, muchos.son los amigos del que reparte dones,» y, segun el dicho de un antiguo poeta, «cuando el hombre es rico tendra muchos amigos, mas si sobreviene una desgracia, se encontrara solo. Tampoco podra tener mu- chos amigos aquel que tiene que esgrimir la espada para contener los excesos del malo. Pero jah, sefores! haria yo un verdadero ultraje 4 vuestra piedad y 4 vuestro ho- nor, si siguiese hablando de esta materia. Quedan sélo los falsos amigos, para aquellos que no tienen en sus acciones otro fin que el vil interés personal, ‘no para vos- otros, que no conoceis otro objeto de operacion que el alivio del indigente y el consuelo del afligido : quédanse los falsos amigos de los grandes para los viles aduladores que se postran ante la autoridad, no para rendirla el ho- menaje que le es debido de justicia, sino para alcanzar de ella un favor no merecido; mas no para vosotros, que contemplais en ella un rasgo del poder divino, una ema- nacion de la divina gobernacion, pues, como afirma el di- vino Pablo, «No hay poder que no baje de Dios: Won est potestas nisi dé Deo.» Quédese el mirar la autoridad con sobrecejo para aquellos hombres que quieren sustraerse del suave-imperio de la ley, con el fin de perpetrar 4 mansalva excesos criminales; pero no para vosotros, hom- bres honrados, pacificos y laboriosos, que cifrais vuestra dicha en la paz y en el 6rden, y vuestro honor en rodear a esa autoridad para defenderla como inconquistable va- ladar. No hablo en este momento con s6lo vosotros, ilustres hijos de los inmortales Roger y Berenguer, que

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