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477 Si; la victoria es nuestra si contamos con los auxilios del cielo y no somos temerarios; para su logro nada influ- yen, ni los ardores del Ecuador, ni los frios del polo. Sin Religion, tan voluptuoso es el hijo de la Guinea, como el habitante de la Laponia. Para conocer esta verdad hasta la mas sensible evidencia, no necesitamos de prensar nuestro espiritu, pues nos lo ensefia la historia. La he- rejia que ha querido abolir la virginidad, tuvo su cuna y _ propagacion en los climas mas frios de Europa. Trescien- tos afios ha que existe, y en todos ellos no ha tenido fuer- za para producir en su seno una alma casta, miéntras la Religion verdadera ha engendrado en climas abrasadores 4 las Teresas de Jesus, & las Rosas de Lima, con otro mi- mero incalculable que ha conculcado el mundo, la carne y sus placeres por servir 4 Dios en castidad y retiro. De- mos este homenaje de justicia 4 nuestra Religion catéli- ca: ella sola es la madre de las ideas castas; ella sola _ posee el suavisimo vino del amor divino, que produce las verdaderas virgenes, 4 no ser que queramos dar este titulo tambien a las que, por adquirir renombre, han mira- do con desden el matrimonio sin tener otras virtudes, 4 no ser que se pretenda elogiar sin razon 4la famosa Mecenas del error, que cifré todasu gloria en tener suspensos por toda su vida a todos sus pretendientes coronados, para formar el pedestal de su fama con los trofeos de mil aman- tes. ; Ah! Nunca las vestales de Roma seran las virge- nes del Catolicismo. Es este el momento en que debo dirigirme al sacerdo- cio catdlico, que no entra en las gradas del santuario sino despues de haber jurado fidelidad, bajo su blan- co estandarte: esta bandera es la castidad. Si, sacerdotes del Altisimo; esta divisa nos distingue de otros muchos que se apellidan sacerdotes en las sectas disidentes sin haber recibido mision divina: miéntras ellos trabajan en su proselitismo por ganar el pan para su mujer é hijos,
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