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la primera salutacion, la escena toma otro aspecto: se _ -preguntan las novedades, se habla de sujetos ausentes, se alaba alguna cualidad en alguno, se empieza la con- ' versacion sobre otro, y 4 las tres palabras se entabla la critica mas severa; no basta hablar de los acontecimien- tos puiblicos y notorios, y la curiosidad no se satisface si no entra en los pormenores de la vida privada de cada uno; los muros mas impenetrables, los mas ocultos re- tretes no impiden Ja entrada 4 la curiosidad maligna; a fuerza de preguntas, impertinentes en si, pero disculpa- das por la moda de saber vidas ajenas, se llega 4 saber por qué en aquella familia tuvo un disgusto el esposo con su consorte , por qué aquel jéven abandoné la casa de su | padre, por qué aquella que no posee recursos ni tiene ‘posibilidades se presenta con trajes costosos; son exami- nados los enlaces, la conducta que les precedié, si serin felices , si serdn desgraciados; en fin, todos los vivientes ‘oomocidios son juzgados, examinados, aprobados 6 conde- nados : el magistrado incurre en la nota de parcial; el sacerdote en la de poco instruido , poco celoso é indiferen- te; el padre de familias es censurado por su negligencia, la madre por su lujo, las hijas por su disipacion; al pobre se le trata de holgazan, al rico de avaro y usurero. jAh! éQuién esta exento de la curiosidad maligna y de la criti- _ €a perversa de nuestra sociedad elegante? Mas no he dicho nada: salid de esa reunion donde habeis oido tantas nuevas, donde nadie ha quedado con fama, donde ha naufragado el honor y reputacion de aquella jéven que tuvo una sola ligera imprudencia; id por las calles, entrad en los corrillos: tan pronto oireis hablar de la Religion y de sus ministros, tan pronto de nuevos sistemas y de reformas; aqui los gobiernos son sibios y acertados, alld son estipidos y arbitrarios ; en un momento caen unos, se forman partidos, se levantan banderas, se dan batallas, se consiguen victorias, se de-

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